INSULTO
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En tiempos en los que la ofensa cobra protagonismo el discurso público y se asume como símbolo de la decadencia de nuestra sociedad, este ensayo nos recuerda que el insulto no es necesariamente una renuncia a la inteligencia. Una expresión de la vulgaridad o el comodín de los débiles, sino una forma alternativa de ejercer el poder. Ofender y hacerse el ofendido han sido estrategias usadas para ganar elecciones, construir el sentimiento nacional y perpetuar o deslegitimar discursos.