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Somos los que nos reímos con Pulgarcito y viajamos con el Capitán Trueno, los que crecimos con Marisol y bailamos con las canciones del Dúo Dinámico, los que somos con Françoise Hardy y Elvis Presley Somos quienes asistimos al nacimiento de Mortadelo y Filemón. del chupachús, de The Beatles y de los hippies, quienes vimos la desaparición de las cartillas de racionamiento y los seriales radiofónicos. Somos nosotros, los que nacimos en 1948 Este libro es la crónica de nuestros primeros dieciocho años. Una crónica elaborada con recuerdos comunes, salpimentada de canciones compartidas y acompañada de esas personas y personajes que alegraron nuestra niñez y juventud.

Desde nuestro presente tecnológico, del que a veces se nos escapan tantas cosas, mirar hacia atrás puede ser una especie de viaje a otro planeta en el que, en un primer momento, nos cuesta reconocer el mundo en que vivimos y a las personas que éramos, hasta que nos lo recuerda una música, una imagen, un olor… Quienes nacimos en 1943 llegamos a un mundo en guerra y a una España de posguerra que no nos puso fácil casi nada. Este libro trata de aproximarnos a esos años desde una evocación personal llena de referencias comunes y un repaso somero de lo que fueron, en este país y en el mundo, nuestros primeros 18 años de vida.

Racionamiento. Gasógeno. Zarra. Gilda. Estraperlo. Para mayores con reparos. Carpanta. Nodo. La Codorniz. Catón. Tabas. Mariquita Pérez. Pertinaz sequía. Elena Francis. Bobby Deglané. Y El Coyote.
Roberto Alcázar. Biscúter.
Si estas palabras nos produce un cosquilleo en la memoria, si cada una nos trae un recuerdo y nos evoca una historia es que hemos nacido en 1939. Este libro es un paseo por nuestros primeros 18 años los que van desde la aparición de las cartillas de racionamiento hasta la fabricación del primer Seat 600, desde el gasógeno al Talgo. Un paseo entre palabras e imágenes, entre canciones y fotogramas, junto a las personas y los personajes que nos acompañaron en ese recorrido.

Según los historiadores, el año en el que nací 1946, no fue precisamente el mejor de la historia de nuestro país. Pero poco Importa porque todos los años tienen sus propios problemas Los que nacimos en ese año estamos orgullosos de haber sido exportadores de primera fija de grandes cambios. No había tanta tecnología como ahora pero estrenamos muchísimas cosas… El frigorífico, el televisor y nuestro admirado 600. Aprendimos en una escuela donde las reglas más importantes eran el esfuerzo y el respeto, disfrutamos de la lectura y de nuestros inolvidables paseos con nuestros amigos por las zonas de bares. Unos años que han formado parte de nuestra vida y que para nosotros serán siempre los mejores.

En los años de nuestra infancia había cartillas de racionamiento, estraperlo, pertinaces sequías, conocíamos las noticias por el no-do, nos colgábamos de los tranvías, nos quedábamos demasiadas veces literalmente a dos velas y teníamos trillado el camino que iba a la fuente a buscar el agua que no salía de los grifos. Suspirábamos por comer pan blanco, el pollo era manjar de fiesta, los mozalbetes llevábamos pantalones cortos y las niñas vestidos de corte y confección. Atesorábamos juguetes de fabricación exclusiva, pues los hacíamos nosotros, como los balones de trapo o las espadas de madera. Asumimos el afán de nuestros mayores por reconstruir, por cerrar las cicatrices, por crear un mundo mejor en el que vivir en paz y bienestar. Y al final de la adolescencia nos sumaríamos al lema «Haz el amor, no la guerra!».