Un mundo feliz
«…no vale la pena mirar mapas que no incluyan una utopía»
Oscar Wilde
Humberto Eco afirma en su ensayo Los mundos de la ciencia ficción en De los espejos y otros ensayos (1988), que la ciencia ficción es un género autónomo que adopta siempre la forma de una anticipación y la anticipación adopta siempre la forma de una conjetura formulada a partir de tendencias reales del mundo real.
Según eso, todos los relatos considerados como ficciones utópicas caben dentro de ese género, ya que las sociedades que se describen en ellas germinan en posibles mundos futuros. Que algunos de los avances tecnológicos allí descritos sean ya una realidad, no desvirtúan en nada su carácter ficticio, por el contrario, halagan la mente visionaria de los escritores. Pero desde lo humanístico hay un dictamen negativo sobre la
viabilidad de esas sociedades. Las novelas de este género tienen un común denominador: son socialistas, pero ya sean de carácter científico o utópico, ninguna, hasta el momento, ha planteado un mundo de verdad equitativo en el sentido pleno del término, con todas las connotaciones que implica: igualdad, libertad, pero sobre todo, respeto a la individualidad.
El tapiz del Sinaí
En los primeros años del siglo XIX, Skanderberg Wallenstein, un fanático monje albanés y lingüista, desentierra en un monasterio de Jerusalén la Biblia más antigua del mundo y descubre que niega toda verdad religiosa jamás sostenida por persona alguna. Atemorizado por las consecuencias de su difusión, Wallenstein falsifica una Biblia original que justificará la fe y entierra la auténtica Biblia del Sinaí en Jerusalén.
Luces de invierno
Robyn Carr, autora superventas de The New York Times, nos devuelve a Virgin River con una historia navideña acerca del reencuentro de una mujer con el único hombre al que no ha podido olvidar…
Ese año, Becca Timm sabía cuál iba a ser el número uno de su lista de deseos navideños: olvidar a Denny Cutler. Tres años antes, Denny le había roto el corazón antes de partir hacia la guerra. Era hora de que Becca superara su insensata relación juvenil y siguiera adelante.
Por eso tomó las riendas de la situación y se marchó a Virgin River, el rústico pueblecito de montaña donde Denny tenía su hogar, e irrumpió por sorpresa en el fin de semana de caza solo para hombres que había planeado su hermano. Un accidente, sin embargo, convirtió su visita impulsiva en una larga estancia y Becca se descubrió de pronto varada en Virgin River. Con Denny muy, muy cerca.
Mientras el hechizo de la Navidad iba envolviendo el pueblo, Becca descubrió que el chico al que había amado una vez se había convertido en un hombre fuerte y seguro de sí mismo. Y en el regalo de Navidad más delicioso que cupiera imaginar.
Carr ha acertado de lleno con esta serie cautivadora
Library Journal
Los heredados de la fuerza
María Alaminos nació en 1977, vive en Andorra y trabaja como enfermera de urgencias. Su pasión literaria se desarrolló rápidamente y, a la precoz edad de 16 años, consiguió un segundo puesto en el certamen nacional de poesía. Ha colaborado en diferentes semanarios como articulista de opinión y Los Herederos de la fuerza, escrita con tan solo diecinueve años, es la primera novela que publica.
El caballero de las botas azules
El caballero de las botas azules (cuento extraño), la novela mejor considerada de Rosalía de Castro, pertenece ya al realismo, aunque es un trabajo lleno de magia y fantasía, muy al estilo de Hoffmann.
La historia narra las vicisitudes de un caballero que se autodenomina duque de la Gloria y aparece sorpresivamente en distintos puntos de Madrid, dejando boquiabiertos a todos por su extraño aspecto. Luce unas botas azules, un lazo blanco en forma de aguilucho y una varita con un cascabel. Su personalidad subyugante y su atractivo le abren las puertas de los palacios y de las tertulias madrileños, pero sobre todo de las voluntades de las señoras. El du¬que, curiosamente, no parece nada interesado en estas conquistas sino en llevar a cabo la extraña tarea de sacar a la luz el desastroso estado de la literatura, la crítica y la edición, no menos degeneradas que los adocenados lectores, casi exclusivamente interesados en los novelo¬nes pseudohistóricos y los folletines románticos. Cumplida su tarea de denuncia y escarnio públicos, el duque de la Gloria se volatiliza de forma tan misteriosa como había aparecido.
Su presencia ha roto los esquemas de los aburguesados madrileños, que lo consideran un loco, aunque un loco genial. El duque de la Gloria es el símbolo de la innovación literaria.