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En el mundo recién nacido, los animales buscaron hogar. En lo alto de los árboles, los voladores hicieron su nido; en lagunas, ríos, y mares, los nadadores se quedaron. Los amigos de la oscuridad, bajo tierra decidieron escarbar, y los rápidos corredores, en las sabanas un hogar pudieron encontrar.

Pero quedaba un lugar desocupado, allá en los bosques nublados: era lindo, salpicado de flores, y adornado con hongos delicados, que brillaban a la luz de la Luna como joyas, como estrellas caídas del cielo a la hojarasca, donde dejaban sus diminutas huellas. Era un lugar para ser habitado por coatíes enamorados. Aquí no solo encontraron un lugar para vivir sino también entendieron por qué su hermosa cola tiene anillos y manchas que la hacen única.